Modernizar un aeropuerto que continúa operando es un reto de alta complejidad dentro del ámbito de infraestructura. Las obras deben realizarse sin interrumpir las operaciones aéreas, garantizando la seguridad de los usuarios, la fluidez en el tránsito de pasajeros y la continuidad del servicio en todo momento.
Para lograrlo, es esencial una planificación meticulosa y una coordinación constante entre los diversos actores involucrados. Sin una estrategia clara y colaborativa, resulta muy difícil ejecutar proyectos de esta magnitud sin generar impactos negativos en la operación aeroportuaria.
En el Perú, los procesos de ampliación y modernización de terminales aéreos presentan exigencias técnicas, logísticas y normativas. Por ello, se requiere un enfoque multidisciplinario que contemple no solo el diseño y construcción, sino también la normativa vigente y la convivencia con las operaciones en curso.
“Anticiparse a los riesgos y colaborar estrechamente con entidades como LAP, Corpac, la DGAC y Ositrán es clave para asegurar que las obras avancen sin interferir con las actividades diarias del aeropuerto”, explicó Matias Orbaiz, Project Leader de Cushman & Wakefield para el proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional Jorge Chávez.
El manejo eficiente del tiempo y los recursos resulta determinante para el éxito del proyecto. Herramientas como el método fast-track, el modelo just-in-time, los cronogramas integrados y el monitoreo constante del avance permiten optimizar procesos, minimizar demoras y asegurar inversiones efectivas. Según la IATA, el tráfico aéreo en América Latina crecerá sostenidamente hasta 2040, lo que subraya la importancia de contar con aeropuertos modernos, eficientes y preparados para el futuro. “La incorporación de nuevas áreas operativas a tiempo no solo mejora la conectividad del país, sino que también impulsa la economía, el turismo y la inversión extranjera”, concluyó Orbaiz.
