La tragedia se cierne sobre la vía Los Libertadores, convirtiéndola en la tumba de 16 peruanos. El fatídico accidente que segó estas vidas pudo haberse evitado, señalan los gremios de transportistas de Ayacucho. Durante semanas, habían clamado por el mantenimiento de esta vital arteria, pero sus llamados cayeron en oídos sordos. El gobernador Wilfredo Oscorima, a pesar de promesas anteriores, no actuó, dejando la carretera plagada de peligros.
La mañana del martes 14 de mayo quedará grabada en la memoria de los ayacuchanos. Un bus de la empresa Civa, testigo de la tragedia, se convirtió en símbolo de la negligencia. Oscorima había prometido el mantenimiento para Semana Santa, pero las deficiencias persistieron, cobrando un precio demasiado alto en vidas humanas. El incumplimiento de su palabra desató la ira de los gremios, quienes amenazaron con un paro ante la indiferencia oficial.
Los kilómetros de la vía Los Libertadores hablan por sí mismos. Grietas y huecos adornan su superficie, testigos mudos de una gestión fallida. La desesperación lleva a niños a parchar la carretera con barro, una escena desoladora que refleja la magnitud del abandono. Mientras tanto, las autoridades parecen sordas a los reclamos, sumiendo a Ayacucho en un estado de abandono. La tragedia del 14 de mayo debe ser el punto de inflexión, el llamado a una acción urgente antes de que más vidas se pierdan en el olvido del asfalto.